Hoy tengo ganas de comerme el mundo. Aunque mañana tal vez el mundo me coma a mí. No sé lo que quiero ni como lo quiero. Es lo que hay. No soy de las que se paran a pensar las consecuencias. Actúo. Disfruto o sufro. Me relajo o me deprimo. Pero siempre termino olvidando, o mejor dicho, quitándole importancia. Intento no quedarme atascada. Busco momentos mejores. Y si no los encuentro, vuelvo a aquellos que ya pasaron. Está claro que volveré a pasar por esa etapa, de sufrimiento. Y que junto a ese sufrimiento, la nostalgia. Quizás ese sea mi punto débil. Recordar. A veces los recuerdos son una droga mortal, que a la vez que alivian, envenenan.
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